Me dijeron que no era para tanto. También que me encantaría.

Con esta visión tan opuesta llegué a Berlín. Después de retrasar un año este destino, llegamos a Tegel ya de noche, y conocimos el orden del metro berlinés y la presencia española allí. El camarero del hotel que hacía los cócteles tenía acento andaluz.

Escuchar cosas tan opuestas me había brindado la oportunidad de llegar a la capital alemana sin pretensiones.

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