*Ilustración de cabecera by p.nitas* completa en este enlace
Reflexiones rápidas sobre feminismo de cara al 8 de marzo
El 8 de marzo está aquí después de meses y meses de preparación y lucha por parte de colectivos, asambleas de barrio y otras organizaciones y yo llevo unos días pensando en si debería o no escribir algo.
¿Por qué no? Porque hay muchísimas compañeras que han creado contenido destinado a informar, comunicar y mostrar y que es sencillamente maravilloso.
¿Por qué sí? Porque (algo obvio para cualquiera que me conozca un mínimo) apoyo 100% la lucha y en concreto la huelga, a la que me uno mañana como ya hice el año anterior.
Así que decidí preguntar a algunas de las mujeres de mi alrededor, las mujeres que me inspiran cada día y con las que comparto inquietudes y sueños, acerca de por qué pensaban que el feminismo les había cambiado la vida.
Por qué el feminismo nos ha jodido cambiado la vida
Sí, una amiga hizo la coña de que casi mejor “joder” que “cambiar”. Y yo pensé en un post de María Castejón que leí hace tiempo y que llevaba por titular De cómo el feminismo nos jodió la vida (pero conseguimos superarlo) (podéis leerlo completo aquí). Un fragmento:
Un lugar común dentro de los feminismos y de las personas feministas es la frase “el feminismo me jodió la vida”. Hace referencia al momento en el que te pusiste las gafas moradas (o fucsias) y vas asumiendo poco a poco que esa decisión no tiene marcha atrás, y que va a tener muchas consecuencias, casi todas radicales en tu vida personal, laboral, social…lo que vienen a ser todos los ámbitos.
El feminismo es radical porque cuestiona la sociedad patriarcal de raíz, así que de la noche a la mañana te conviertes en una radicala, algo que no es a priori ni bueno ni malo, pero es algo que hace que el resto de la humanidad te vea de forma diferente.
Y es que, querida amiga, el feminismo nos jodió la vida porque te hace analizar tu vida como antes no la habías analizado ni por supuesto vivido.
Y remata su artículo con este vídeo que rebosa verdad por cada fotograma:
Y, por cierto y por si os da pereza leer el post completo aunque merece mucho la pena, María Castejón termina así:
Ahora bien, cuando ya llevas años en esto de los feminismos, ves que no vas a cambiar, que es necesario seguir denunciando y trabajando aunque no sea fácil y sea muy duro. (…)
Sin renunciar a la lucha, te lo tomas con humor -el humor y la risa son fundamentales- te centras en todas las disidencias al sistema heteropatriarcal y capitalista, que haberlas haylas y cada vez son más, y te descubres siendo una persona feliz; porque el feminismo no vino a jodernos la vida, sino a hacérnosla mucho mejor, mucho más divertida, y mucho más plena.
Otra amiga también me apuntó que el feminismo la había hecho más crítica con todo (eso de llevar puestas las gafas violetas) y que eso se extendía a otras cuestiones sociales, de manera que ahora se sentía menos adormecida y más en guardia.
A pesar de todo, un lugar común en el feminismo es cagarnos en todo de vez en cuando por lo bien que se vivía en la ignorancia más absoluta, acurrucadas bajo el brazo del patriarcado. Claro, esto no nos lo creemos ninguna en verdad, pero en algún momento tenemos que dejar escapar alguna queja, sobre todo en esos días en los que el agotamiento es tal que parece que nada te levanta.
Sororidad, qué bonita eres
A pesar de todo, algo bueno de esos días es lo que viene después de la queja: mujeres fuertes que te sostienen porque tú las sostienes a ellas cuando te falta fuelle y que están ahí, dispuestas a escucharte, darte el tiempo que necesites y recordarte con su comprensión y su sabiduría por qué sigues luchando. Amigas, las maravillas de la sororidad.
La sororidad es una palabra que se emplea para definir la solidaridad entre mujeres en un contexto de desigualdad compartida y con el objetivo del empoderamiento femenino y conjunto. Es ese No estás sola que, por suerte, tan presente está ahora en nuestros días.
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La primera respuesta que tuve a la pregunta que formulé iba por este camino, y por eso lo menciono en primer lugar.
El feminismo me ha cambiado la vida porque he entendido que compararme con otras mujeres también es patriarcado, es un comportamiento aprendido impuesto por la sociedad. Otras mujeres no son el enemigo, sino mis amigas y compañeras. Viva la sororidad!! #8Marzo
— Marge (@Maguieinthesky) 7 de marzo de 2019
¿Cuántas veces habré escuchado eso de “Yo es que me llevo mejor con los hombres que con las mujeres”…? ¿No será que nos han enseñado a tomar a las mujeres como enemigas en ciertos contextos en lugar de como amigas y que por ello creemos que los hombres son más inofensivos? Obviando, claro está, los intentos de rito de apareamiento que pueden existir de por medio.
Lucía también me contó que el feminismo ha hecho que cambiara su relación con las mujeres, que siempre había sido positiva pero que ahora valora muchísimo más estar rodeada de ellas. Tejer lazos y establecer vínculos con mujeres ha ido cobrando fuerza conforme cobrábamos consciencia.
Si pienso en mi caso personal, creo que nunca he tenido tantos vínculos con tantas, y en parte eso viene dado de la confianza que me provocan y de cómo pueden llegar a convertirse en un auténtico refugio. Y, pensándolo más en profundidad, nunca he sido tan consciente de la cultura que consumo: jamás había leído tantas novelas y cómics escritos por mujeres, ni había visto tantas películas de directoras ni por supuesto me había centrado tanto en escuchar música feminista.
La confianza en nosotras mismas
El feminismo nos aporta confianza, y aunque eso a veces duela porque tenemos que ir derribando actitudes y comportamientos que hemos mantenido en el pasado, acaba compensando porque nos dirige hacia un lugar maravilloso: el amor propio.
Y empiezo yo, para no ser una vaga:
➡️ El feminismo me ha cambiado la vida porque dejé de normalizar comportamientos y comentarios que me hacían daño y me menospreciaban como ser humano.— Elena Cortés (@pieldelibelula) 6 de marzo de 2019
Me paro a pensar en comentarios que he dejado que me arrojaran a la cara y hoy no doy crédito. Y me pasa lo mismo con el control y los celos a los que he sido sometida y mediante los cuales me han intentado censurar sólo por ser mujer. ¿Os suena de algo? Ahora, al menos, tengo y tenemos la capacidad de afrontar todo eso con una sonrisa y un sencillo No me rayes. (Mando un saludo a todos los chicos de mi vida que me han dicho que estaba demasiado gorda, que estaba echando caderitas, que soy una fresca o que debería “arreglarme” más. Pues ok).
Otra cosa que nos ha dado el feminismo es acabar con la autocensura que estamos acostumbradas a imponernos. Nos ha animado a tener y vivir una vida totalmente propia.
Me permitió darme cuenta de que podía vivir mi propia vida sin tener que depender de los demás. A empezar a poder comportarme como una adulta y no como una niña. Elegir, por fin, lo que creía mejor para mí y empezar a descubrir el mundo que tanto tiempo permaneció oculto para mí.
— Natalia Dino-drawer (@DinoDrawer) 7 de marzo de 2019
Bonus: La batalla contra nuestros cuerpos
Sí, el feminismo, en cierta medida, nos ha devuelto nuestros propios cuerpos. Esos cuerpos de los que nos habíamos desvinculado mediante malas críticas y rechazos, comentarios llenos de odio y miradas de rencor en el espejo (que, a veces, todavía vuelven, pero al menos ahora sabemos detectarlas).
Tuve que interiorizar la idea de que los cánones de belleza de los que estoy tan lejos son inalcanzables y hechos para acomplejarnos, y lo importante es cómo me vea yo, no los demás. Así, es más fácil quererse.
Fue una de las primeras cosas que gané al saber más sobre feminismo.
— ~𝔎𝔦𝔯𝔦𝔩𝔦𝔞𝔫~ (@Kirilian_) 7 de marzo de 2019
Enseñarnos a querernos debería ser la parte más fácil. Sin embargo, nos enseñar a no comer tanto helado y a no ponernos esa falda que nos saca tripa.
Repetid conmigo: Pues ok. Ya que no hemos podido decirlo durante años porque nos faltaban herramientas, digámoslo ahora todos los días.
Disfrutad del día de mañana, cada una a su manera y libremente, como debe ser. Os dejo esta recopilación que ha hecho Verne con ilustraciones feministas para ir calentando motores.