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Ejercicios Escritura Creativa: 2ª parte de “Los tres cerditos”

*Ilustración de portada de Paola Rueda

Hace un par de semanas publiqué mi primer ejercicio de escritura creativa realizado en el taller de El Laboratorio de Sueños al que estoy asistiendo. En ese primer ejercicio trabajamos el “siempre es mejor mostrar que contar” y lo llevamos a cabo escribiendo sobre dos cosas que nos gustaban y dos que no intentando alargarnos lo máximo posible, creando escenas, sensaciones… Podéis leerlo aquí:

Ejercicios de escritura creativa: Me gusta/no me gusta

Para la segunda sesión teníamos deberes: escribir la segunda parte de Los tres cerditos. Teníamos total libertad; podía ser un cuento para niños de cualquier edad, un cuento para adultos, más largo, más corto… Mi primera idea fue colocar a los tres cerditos en una situación de desahucio, pero cuando me puse a escribir esa tarea llevaba unos días bastante grises y el cuerpo me pedía otra cosa. Además, al final otro compañero del taller optó por esa idea y la verdad es que le quedó muy curioso (escribía sobre fuerza vecinal ante las injusticias).

La segunda parte de Los tres cerditos

Es muy constructiva e interesante la parte del taller en la que todos leemos la tarea y escuchamos a los otros e intentamos opinar e intercambiar ideas. Me llamó mucho la atención que varios de mis compañeros optaron por un relato en el que el lobo se redimía y al final se producía un encuentro amistoso con los cerditos. Hubo un cuento muy breve, sin florituras, en el que el lobo se los comía y punto. ¿Por qué no?

A continuación os dejo mi ejercicio. Lo escribí rápido y sin darle demasiadas vueltas. He añadido algunos detalles que me comentaron mis compañeros y la profesora del taller. A ver qué os parece.


 

Los tres cerditos – Segunda Parte

Los tres hermanos cerditos eran bastante felices ahora. Después de derrotar al lobo, se interesaron por ellos varias televisiones y radios, y se hicieron muy famosos en su pueblo.

Poco después un cerdo viejito tocó el timbre de su casita de ladrillo y les dijo que era su padre.

– ¡Pero si nosotros nunca hemos tenido padre! –le respondieron los tres hermanos.

El cerdo les aseguró que cuando eran pequeños se habían perdido y jamás pudo encontrarlos. Ahora que había dado con ellos no quería que se volvieran a separar nunca más. Los cuatro se abrazaron y lloraron de pura alegría.

Al poco tiempo, el padre de los tres hermanos comenzó a preguntarles una y otra vez si habían ganado dinero con todas sus entrevistas. Los tres cerditos se cansaban de responderle que no, porque era la verdad. Todo lo que tenían era esa fuerte casa de ladrillo y algunos muebles para poder vivir cómodamente.

Entonces su padre comenzó a enfadarse y a llegar a casa tambaleándose con botellas de cristal en la mano y diciendo incoherencias. Los tres hermanos estaban muy asustados porque no entendían qué ocurría. Un día, el hermano mayor notó que había desaparecido un sofá. Otro, el hermano mediano no pudo hacer la comida porque no encontró ninguna sartén. Y, poco después, el hermano pequeño fue a echarse la siesta y descubrió que sus camitas ya no estaban. Mientras tanto, el padre seguía volviendo a casa dando tumbos y comenzaba a insistirles para que vendieran la casa.

Un día en el que los tres hermanos estaban muy tristes y ya no tenían muebles en su casa de ladrillo, sonó el timbre y cuando fueron a mirar se encontraron a un pequeño lobezno en la puerta. Se asustaron y no abrieron. Pero el lobito les pasó una nota por debajo de la puerta en la que decía:

<<Ha venido a verme vuestro padre y me ha pedido que le ayude a echaros de casa. Le he dicho que no. Mi padre era muy malo y me ha dado mucho miedo. Pero quiero ser valiente y ayudaros.>>

Los tres cerditos no sabían si podían confiar en él. Al final, el hermano mayor fue a ver al lobezno y al comprobar que hablaba con honestidad y estaba solo en el mundo, pues era huérfano desde que su padre sufriera un accidente con una chimenea y se marchara de casa, le creyó. Juntos planearon espantar al supuesto padre de los tres cerditos.

Una noche en la que volvía a casa dando gritos y enfadado, acordaron que el cerdito menor se subiría en los hombros del cerdito mediano, y este último en los hombros del cerdito mayor. El pequeño tendría en brazos al lobezno y los cuatro, formando una gran torre, se cubrirían con una enorme gabardina. Cuando el padre de los tres cerditos volvió, el pequeño lobezno enseñó sus colmillos con todas sus fuerzas y los cuatro rugieron a la vez todo lo alto que pudieron. El viejo cerdo huyó dando tropezones cada tres pasos y nunca más volvió a la casa de ladrillo.

Desde ese día, los tres cerditos adoptaron al lobezno huérfano y vivieron mucho más felices que antes.

 


¿Qué os ha parecido mi continuación del cuento?

Es un ejercicio muy interesante. A ver qué nos depara el siguiente taller.

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