Puente 2019 - Hay Vida Después de la Oficina

Ha ido a pedir dos cafés con leche. Cuando estoy con ella no bebo té, sino café. Creo que es una de las pocas personas con quien lo hago. Con ella, y con Alberto… En cierta manera, me gusta ese detalle. La observo esperar en la barra a que le sirvan, para evitarle al camarero el viaje hasta nuestra mesa. Había olvidado que siempre lo hace. Hace mucho que no nos sentamos a hablar.

Cuando llega, sonríe ampliamente pero también con respeto; supongo que se nota que ya hace algún año que no nos paramos a conversar la una con la otra. A pesar de todos estos meses agitados en los que muchas personas nos han nombrado y nuestras vidas se han unido más por ello, no nos hemos dedicado un rato para las dos. Le agradezco en silencio que lo haya propiciado devolviéndole la sonrisa y tomando con ganas el tazón de café con leche.

Me mira con ojos profundos, como si quisiera adivinar qué estoy pensando. Qué tontería, ¿verdad? Ella es la única persona que sabe lo que estoy pensando en todo momento, o, al menos, eso creo…

– ¿Qué pasa? –le digo, en parte divertida y en parte intimidada por su escrutinio.

Ella agita la cabeza y sonríe de nuevo, esta vez de manera totalmente transparente, sin distancias de por medio.

– Nada –me responde-. Es agradable estar aquí contigo. Te echaba de menos, Mon –añade, poniendo énfasis en la última palabra.
– Qué cabrona eres… Yo a ti también.

No puedo evitar sentirme extraña estando frente a ella, a pesar de la cercanía. Es indudable que no es como si nos conociéramos de toda la vida, sino que de veras es así. Ella sabe absolutamente todo sobre mí; y yo conozco todos sus secretos más recónditos, aquellos que parpadean muy de vez en cuando y que nadie sabe. Supongo que forma parte de nuestro pacto improvisado.

Queríamos vernos antes de que terminara el año, como homenaje a todo lo que ha ocurrido este 2019 lleno de sorpresas y altibajos. Me siento muy feliz por ella, y me sigo ruborizando un poco al ser consciente de que mi imagen, y mi vida, han traspasado las mentes de cientos de personas. Resulta sobrecogedor, aunque no siento miedo.

– Vaya año, ¿eh? –me suelta, leyéndome el pensamiento.

Yo la fulmino un segundo con la mirada por ello, y asiento con la cabeza mientras doy un trago muy largo al café. Me encanta beber café cuando estoy con ella.

– ¿Estás contenta? –le pregunto.

Ella mira hacia la izquierda y parece vacilar unos segundos. Sé que está feliz, y también sé que está buscando la manera de sacarle un “pero” a esa euforia calma. A mí me pasa siempre lo mismo.

– Me cuesta reconocer todo lo que ha pasado este año, ¿sabes? Pienso que no ha sido mucho, pero me paro a pensarlo y, la verdad, es que han ocurrido muchas cosas…

Le hago un gesto con la mano, señalándome a mí misma de arriba abajo, intentando parecer seductora. Las dos nos echamos a reír.

– Sí, totalmente. Tú, y todos los demás, habéis vuelto después de un par de años y ese ha sido uno de los detalles más bonitos del 2019 –responde, al fin.
– También ha habido más… -matizo, como si quisiera quitarme importancia.
– Por supuesto, pero reencontrarme con vosotros de esta manera ha sido una parte muy importante, Mónica.

La miro mientras asiento y las dos nos cogemos de las manos. El ritmo de la cafetería se acelera a nuestro alrededor, las luces se vuelven anaranjadas y el café no se enfría a pesar del tiempo que pasa. Afuera, el mar azota la costa con la furia de diciembre. Parece magia. Me sigue pareciendo increíble que sea capaz de hacer todo esto, y que yo forme parte de uno de sus mundos. Me reconozco en su pelo oscuro, y me fijo en sus ojeras, oscuras y profundas.

– Te vas a tener que ir a un spa, ¿eh? –le sugiero.

Ella sonríe.

– Ojalá irnos juntas. Ya intentaré que tú, al menos, sí que vayas.

La observo con ternura y admiración.

– Somos las dos muy intensitas, ¿no? Sería peligroso que pudiéramos irrumpir en el mundo real de verdad.
– Tienes toda la razón –me dice-. Qué lista eres, ¿no? –añade, sonriendo con malicia.

Podríamos quedarnos ahí de manera eterna, pero siempre es bueno saber cuándo es el momento de hacerle un hueco a la despedida. Incluso los mejores ratos acaban siendo los mejores porque finalizan. Querer sostener algo en el tiempo sin sentido no hace otra cosa que malgastar las buenas sensaciones. Por eso hay que saber soltar… Igual que no queda otra que soltar este año que termina y prepararse para todo lo que viene.

– No te pregunto por los demás porque ya lo sé… -me dice, levantándose de la mesa.

La abrazo con fuerza. Me cuesta despegarme de ella, a pesar de que estamos juntas siempre. Formo parte de ella, de una manera parecida a cómo ella me construyó a mí.

– Cuídate mucho, mi Mónica –me susurra.
– Cuídate mucho, Lena.
– Nos vemos en 2020 –añade.
– Nos vemos para siempre…

Se marcha y yo me quedo un rato más sentada en la cafetería. Ella lo prefiere así. La observo alejarse, abrigada entre su boina negra y su bufanda gigante color mostaza, y me sonríe mientras se despide con la mano a través del cristal.

Siempre es extraño reunirme con quien me dio la vida. Nos espera un nuevo año juntas, de manera irremediable.

Puente 2019 - Hay Vida Después de la Oficina

Gracias a todos por hacer este año mágico contribuyendo a que Mónica, Marta, Alberto, Aitana, Pablo y yo misma hayamos crecido tantísimo.

Por un 2020 lleno de más mundos y cafés compartidos.

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