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Un cadáver exquisito para despedir el 2020

cadáver exquisito - Hay Vida Después de la Oficina

Este año, la despedida del 2020 es colectiva y aleatoria. Después de este año tan extraño y tan atípico para muchas de nosotras, propuse en Twitter crear un cadáver exquisito entre todos y todas para despedir el año. Cerca de veinticinco personas se apuntaron y así comenzó esta iniciativa que os relato a continuación.

¿Qué es un cadáver exquisito?

El cadáver exquisito es un juego para estimular la creatividad y crear composiciones colectivas. La creación de esta técnica se achaca a los surrealistas Robert Desnos, André Bretón y Tristán Tzara y lo que buscaban con ella era el automatismo en la creación, de manera que, así, puediera explorarse el subconsciente. Por eso, la inclusión del azar en este proceso creativo.

Así, un grupo de personas se juntan para escribir de manera secuenciada con una única regla: la persona a la que le toca escribir recibirá el papel doblado de tal manera que solo pueda leer  lo que ha escrito la persona anterior. Del resto no sabrá nada hasta que se haya completado la secuencia. Es gracias a esta regla que entra en juego el azar, de manera que el resultado se va enrevesando para dar lugar a un relato colectivo totalmente surrealista.

Su nombre, para quien se lo esté preguntando, proviene de una de las primeras veces que esas voces surrealistas jugaron, en francés, con esta técnica. La frase que obtuvieron era la siguiente:

«Le cadavre – exquis – boira – le vin – nouveau» (Traducido: “El cadáver exquisito beberá el vino nuevo)

Enseguida empezó a aplicarse también al dibujo y se popularizó entre otros artistas que tuvieron relación con las vanguardias. Uno de los acercamientos célebres que se conocen en castellano, es el de Pablo Neruda y Federico García Lorca, que lo llamaron poemas al alimón (una referencia al toreo).

El resultado en este 2020

En el 2020 ha vuelto a nuestras vidas el surrealismo cotidiano. Nos ha puesto frente a una pandemia de las que pensábamos que solo salían en los libros de historia de siglos pasado y en los de ciencia ficción y nos ha vestido con mascarillas de colores que hemos tenido que aceptar como outfit obligado sin fecha de finalización. Nos han literalmente encerrado en nuestras casas durante semanas y, en parte por ello, hemos vivido un sentimiento muy raro de hermanamiento colectivo. Nos hemos sentido parte de un todo porque nadie se ha podido librar de esto, pero cada uno lo ha vivido a su manera, componiendo su propia historia.

Hace un año, todo esto nos habría parecido absurdo. Nos habríamos reído con esa distancia de falsa seguridad que nos da (y nos sigue dando) la incredulidad al saber que nos íbamos a quedar sin abrazos, que pasaríamos meses sin ver a amigos y a familiares y que a algunos, aunque todavía me duela teclearlo, no los íbamos a ver más. No nos habríamos creído que ahora solo dan un primer beso los valientes que aprovechan para quitarse la mascarilla y que hay personas hambrientas de caricias que anteponen la responsabilidad a sus ansias de conocer otro calor.

Todo parece haberse vuelto del revés. Pensamos en el mes de marzo, y es como si hubieran pasado varios años. Hemos vivido las calles desiertas y las salas culturales cerradas a cal y canto. Y, a pesar de haberlo experimentado en primera persona, nos sigue pareciendo surrealista.

Por ello, esta técnica en la que cada uno aporta lo suyo desde un semi-aislamiento con un resultado final en el que todo importa.

Así que no me enrollo más y dejo por aquí el hilo de Twitter que aglutina los 24 fragmentos (si no me falla la memoria) que han formado este cadáver exquisito. Ha sido un placer estar al otro lado y ver cómo se iba desmadrando la historia.

Todo empieza despidiendo el año y conforme se desarrolla parece teñirse de novela negra y algo de terror gótico, para dar un giro hacia lo épico, después algo más introspectivo… También incluye algún debate sobre qué parte de la cara es mejor perder, un toque romántico, muchas búsquedas y cuervos y galgas proféticos.

Así que, lo dicho:

Próximo destino: Sin rumbo.

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