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Excursión por el Valle de Tena y Canfranc, joyas del Pirineo aragonés

Excursión Valle de Tena y Canfranc - Hay Vida Después de la Oficina

Una escapada de dos días al Valle de Tena y Canfranc, dos joyas del Pirineo aragonés

Aragón esconde rincones de todos los colores y para todos los gustos. Desde pueblo medievales y castillos hasta lomas cubiertas de nieve y desierto abrasador. A día de hoy, todavía me sorprendo de quien tiene la oportunidad de recorrer esta comunidad autónoma pero no se decide a hacerlo. Yo tuve la suerte de hacer excursiones con mi familia y con el colegio cuando era pequeña que me hicieron conocer lugares espectaculares de las tres provincias aragonesas. Algunos de estos lugares me marcaron y los atesoré dentro de mí de una manera casi idealizada, como me ocurrió con otras zonas como Lisboa o Galicia. En el caso del pirineo aragonés dos de estas zonas son el entorno del Valle de Tena y Canfranc, a los que regresé hace poco para una escapada de dos días y una noche recorriéndolo sin prisa.

El Valle de Tena es uno de los valles más extensos y con más población de los Pirineos. Limita al norte con Francia (concretamente con el Valle de Ossau), mientras que al oeste lo hace con el Valle del río Aragón y al este con el Valle de Broto. En su interior alberga dos grandes embalses que también visitamos: el de Lanuza y el de Búbal. En su orografía podemos encontrar zonas que discurren entre los 600 metros de altitud y los 3000 de sus picos, muchos de ellos nevados. A pesar de que una descripción así ya pone los dientes largos por la de oportunidades que presenta, nada mejor que disponer de un coche y recorrer sus carreteras a ratos serpenteantes, así como animarse a hacer alguna de las rutas de senderismo que ofrece.

Nuestra primera parada, de todas formas, fue Canfranc Estación. Con campamento base en Jaca, íbamos a recorrer un día esa zona y al día siguiente nos adentraríamos en el valle. Así que salimos de Zaragoza a una hora prudencial pero con poco dolor, ya que entre Zaragoza y Canfranc Estación hay unas dos horas, siempre dependiendo del estado de las carreteras (es zona de nevadas intensas). Nosotros, a pesar de viajar en febrero, mes en el que es habitual que en el pirineo estornudes y se te congele el moquillo, nos encontramos con temperaturas de hasta 24 grados, patrocinadas por el cambio climático. Así que vivimos una mezcla de hielo y nieve (de los días anteriores) con un sol espectacular que permitía estar en manga corta. Una locura, si se piensa bien…

Así que llegamos a Canfranc Estación, donde fue bastante fácil aparcar debido a que era domingo (en fin de semana, con la afluencia de las pistas de esquí, está un poco más concurrido), y nos encaminamos a nuestra primera visita, uno de los lugares que más me gustan en el mundo: la (abandonada) estación de ferrocarril de Canfranc.

La Estación Internacional de Canfranc

Tuve la suerte de hacer una excursión de varios días en el Pirineo cuando estaba acabando primaria, y la Estación Internacional de Canfranc fue una de las paradas. Todavía hoy recuerdo lo que me impresionó. Más tarde, he ido interesándome cada vez más por los lugares abandonados, pero se podría decir que este fue el primero de todos. Tiene una presencia que sobrecoge y, como muchos pensaréis, es una lástima que se encuentre abandonada.

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El frontal de la estación.

Esta estación de ferrocarril se inauguró en 1928 con el objeto de unir España y Francia atravesando los Pirineos por Somport. Es bastante interesante conocer la historia de la colaboración entre ambos países para su planificación y construcción; se podría decir que casi se la repartieron a mitad. Haber nacido en el siglo XX la iba a llenar de historia, y durante la guerra civil española estuvo en manos del ejército franquista, que bloqueaba así cualquier tipo de entrada por Francia. En la Segunda Guerra Mundial, el ejército nazi se asentó en el lugar por su lado francés (los militares españoles controlaban el lado nacional) y por aquí transitaron trenes que transportaban el wolframio con el que Alemania reforzaba sus tanques. Ahí es nada, ¿eh?

Como nada se hace por amor al arte en una guerra, a cambio de esta ayudita a España fueron entrando toneladas de oro procedentes de Suiza. A esto se le conoce como el oro de Canfranc, y hay documentales y novelas que hablan y especulan sobre esto. Aquí hay un reportaje muy interesante sobre esto en el que se cuenta además cómo se descubrieron los documentos que afirmaban estos hechos.

En 1970 se cerró el tráfico ferroviario, en parte, por un derrumbe del puente de L’Estanguet tras el descarrilamiento de un tren de mercancías, y comenzó la decadencia de este rincón lleno de historia. Desde 2005 hay un proyecto de rehabilitación en marcha (con proyectos de hoteles de lujo de por medio…) que todavía no se ha completado en todas sus fases, pero al menos no hace mucho se habilitó una parte para albergar visitas guiadas, mediante las cuales puedes conocer el vestíbulo del edificio (también hacen temáticas, y tenemos muchas ganas de probarlas después de que el año pasado fuéramos a hacerlo y una nevada nos lo impidiera). Actualmente, en medio de los debates sobre la reapertura de las línea ferroviaria, los trenes regionales que unen Zaragoza con Canfranc sí tienen parada en la estación.

Ahora mismo, si visitas este lugar puedes recorrerlo a tu aire (aunque hay carteles envejecidos que lo prohíben) y pasear por sus recovecos invadidos de abandono. Esta vez me fijé en objetos atacados por el tiempo que seguían en el mismo lugar en los que los descubrí en 2008, en otra visita. Siguen allí, como fantasmas, vagones, pabellones, vigas de madera… Resulta sobrecogedor.

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Parte trasera de la estación con vagones rehabilitados.

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Se nota poco que me fascina este sitio, ¿eh?

Sallent de Gállego

Después de cenar en Jaca (que estaba animadísimo a pesar de ser domingo) y un descanso merecido en Badaguás, dedicamos el segundo día de nuestra escapada por el Valle de Tena y Canfranc para recorrer este primero. Comenzamos por Sallent de Gállego como punto más al norte, para luego ir bajando bordeando los pantanos de Lanuza y Búbal. Este pueblo pertenece al municipio del mismo nombre, del que también forman parte poblaciones como Formigal, Portalet d’Aneu, Lanuza, Escarrilla, Tramacastilla de Tena y Sandiniés. Sallent también es conocido por albergar parte de la maquinaria logística del festival de música y cultura Pirineos Sur (al que merece la pena ir, al menos, una vez en la vida).

Todos estos pueblos tienen una arquitectura parecida, siendo reconocidos por sus casitas de piedra y teja negra. Nos dedicamos a dar un paseo por el pueblo medio desierto (¡bendito lunes!) hasta un mirador que da al embalse de Lanuza, el cual nos encontramos congelado casi totalmente (y con poca agua).

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Puente romano en Sallent.

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Embalse de Lanuza.

Lanuza, pueblo y embalse

Muy cerca de Sallent (se puede ir caminando) está Lanuza, que pertenece a la treintena de pueblos resucitados del Alto Aragón. Y no porque apenas fuera conocido y de repente se convirtiera en todo un núcleo turístico… Sino porque hace 30 años estaba totalmente abandonado. De hecho, hace un par de años celebró su 25 aniversario. Y es que el pueblo de Lanuza fue uno de las poblaciones abandonadas por la construcción del embalse, pero a partir de 1992 comenzó a rehabilitarse en los terrenos fuera del alcance del pantano. A las orillas del embalse se puede observar el contraste entre las nuevas edificaciones y los restos de las antiguas.

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Pasado y presente de Lanuza.

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Desde aquí pudimos contemplar mucho mejor el embalse de Lanuza con su superficie congelada, que contrastaba de manera brutal con la alta temperatura (unos 24 grados) que nos hacía ir casi en manga corta…

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Embalse de Búbal

Otro de los lugares que me fascinaron cuando lo visité de pequeña, esta vez con mi familia. Tiene un área de descanso perfecta para hacer la pausa de la comida, así que no lo dudamos y comimos aquí, contemplando el inmenso embalse de Búbal. En sus profundidades también se encuentra el núcleo urbano de lo que fue el pueblo de Búbal, y otras poblaciones fueron abandonadas por su cercanía al embalse, como Saqués o Polituara.

Partiendo de la zona de descanso, si se camina un poco hacia la derecha (y hay poca agua, como en esta ocasión) se puede llegar a lo que queda de Saqués, un pueblo que también han querido recuperar, de hecho siguen en ello.

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Un balcón al Pirineo en Hoz de Jaca

Hoz de Jaca fue nuestra última parada, dejándonos otros lugares por descubrir en otra escapada, como Tramacastilla de Tena o Escarrilla. Este pueblo ahora es conocido por albergar una de las tirolinas más largas de Europa, que cruza sobre el embalse de Búbal y está siempre llena con el buen tiempo y los fines de semana. Pero yo quería ir hasta aquí para enseñarle a Antonio un lugar que desafía cualquier tipo de vértigo: su mirador en forma de balcón con el suelo de rejilla, de manera que puede darte la impresión de que contemplas el vacío a tus pies.

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Y después de esta escapada breve pero muy bien aprovechada pusimos rumbo a Zaragoza, para descansar antes de volver a la rutina.

¿Os ha gustado? A mí el Pirineo aragonés me encanta, creo que tenerlo tan cerca es un lujo que ahora con la época de buen tiempo tenemos que aprovechar mucho más.

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