Las alegrías y tristezas de Brothers: A Tale of Two Sons
Artículo publicado en Terebi Magazine el 28 de febrero de 2018. Se puede leer aquí.
Hay experiencias que dejan más poso que otras, y que logran activar luces que la rutina, incluso aplicada al ocio, ha ido enterrando. Brothers: A Tale of Two Sons ha sido sin duda una de ellas.
A veces seguimos experimentando una historia sin saber muy bien por qué. Y escribo “experimentar” porque me refiero a leerla, verla o jugarla, aunque es en este último verbo en el que va a centrarse esta reflexión. Sea como sea, en ocasiones ocurre eso: seguimos jugando una experiencia por diversos motivos (queremos conocer el final, la mecánica atrapa, el nivel de dificultad aumenta progresivamente y eso nos engancha, etc) pero de repente ocurre algo de golpe que nos hace recordar, y comprender de súbito, el porqué de estar invirtiendo tiempo en ese título en cuestión.
Y escojo empezar así esta introducción, de esta forma tan enrevesada, porque desde que terminé de jugar Brothers: A Tale of Two Sons no he dejado de pensar en cómo está planteado el final de esta aventura y en cómo me ha influido a mí como jugadora. Sin embargo, vayamos por partes. Primero, los antecedentes.
Brothers: A Tale of Two Sons es un videojuego desarrollado por Starbreeze Studios y dirigido -este dato llama la curiosidad- por el cineasta libanés Josef Fares. Plantea la historia de dos hermanos, huérfanos de madre, que deben unir fuerzas para conseguir salvar la vida de su padre. Pero esto último no se trata de una licencia narrativa que embellece la trama, sino que estaremos obligados a conseguir que unan fuerzas de verdad: la mano izquierda controlará al hermano mayor; la derecha, al pequeño (en mi caso, jugándolo en PC, manejaba al mayor con las teclas WASD y la barra espaciadora y al pequeño con las flechas de dirección y el Ctrl). Y así, guiando a los dos hermanos a la vez, nosotros como jugadores nos vemos enfrentados a un camino que atraviesa paisajes donde habitan criaturas de cuento y en el que nos iremos encontrando puzles que resolver siempre a base de la colaboración de los dos hermanos.
Sin duda, esta mecánica es uno de los mayores atractivos del videojuego cuando lo tenemos delante y dudamos si adquirirlo o no. Pero una vez comenzamos a jugarlo nos vamos dando cuenta de cómo mecánica y gameplay están unidos de una manera maestra que activa mecanismos psicológicos que nos hacen sentir una historia llena de, como ya anunciaba su tráiler, alegrías y tristezas.
Porque Brothers: A Tale of Two Sons tiene escondidos giros alegres y tristes y tenemos que enfrentarnos a todos ellos de la misma manera que los hermanos atacan todas las adversidades con valentía. La trama está tejida con una agudeza tal que al final se recuerda que, aunque el juego haya transcurrido entre escenarios fantásticos, lo que está en juego es la vida de un padre cuyos hijos están dispuestos a adentrarse en lo desconocido para salvarlo.
Me despertó porque, enganchada como ya estaba, por unos instantes había bajado la guardia y había pensado que estaba ante una historia de fraternidad y puzles.
Y supongo que, en mitad del periplo, cuando estaba inmersa en cómo resolver cada puzle y sólo quería seguir jugando para ver el final de la historia, esos dos hermanos, que a ratos se quejaban el uno del otro pero que seguían apoyándose en todo momento, me dieron un toque de atención brutal que me hizo recordar por qué me gusta jugar a videojuegos. Y no fue un toque de atención especialmente agradable, pero en ese momento me despertó. Me despertó porque, enganchada como ya estaba, por unos instantes había bajado la guardia y había pensado que estaba ante una historia de fraternidad y puzles. No obstante, este videojuego es algo más, y por eso me hizo recordar por qué me gusta jugar y experimentar estas historias: porque son algo más, ese algo más que manipula mis emociones y me hace sentir y disfrutar, aunque a veces también pueda doler, de una buena historia.
Por eso, en parte, este juego terminó de atraparme y se ganó todo mi respeto. Y todo eso dejando de lado que para mí a nivel personal supuso todo un reto, ya que soy una persona con dificultades para distinguir entre izquierda y derecha en mi vida cotidiana (es decir, tener que conducir una barca pensando por los dos hermanos, o simplemente tener que correr en paralelo y girar esquinas diferentes… era todo un desafío para mi cerebro). Pero eso es lo que me gustó de esta aventura emocionante de Starbreeze Studios, que me hizo creer que todo iba a quedarse en una prueba de destreza pero en el fondo esconde una bonita historia que no necesita ser amable con el jugador porque la vida nunca lo es necesariamente.
Además, la experiencia de enfrentarse a un videojuego sin texto (no aparece ni una sola palabra de un idioma conocido en todo el juego; los hermanos se comunican por palabras inventadas y el entendimiento de los puzles depende de la capacidad de observación del jugador) también resultó ser un soplo de aire fresco entre otros títulos mucho más cargados de contenido textual.
Brothers: A Tale of Two Sons es un relato corto (uno se lo puede pulir en apenas tres horas) y discreto que bucea por planos escondidos de lo que aparenta ser en un primer momento. Hay experiencias, historias, juegos, que nos recuerdan por qué nos gusta seguir enganchados a mundos que inventan otras mentes incluso cuando nos hemos relajado disfrutando, y este título, para mí, fue el responsable de unos de esos momentos. Y no me pudo encantar más, a pesar de todo.