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Los aires tiznados de la marea negra: una mirada al conflicto minero

Publicada en junio de 2012 en Eclectic Magazine.

En estos meses de descontento ante las reformas y recortes del gobierno español, la oleada de protestas en el sector de la minería parece estar marcando un precedente. La apodada marea negra se ha ido extendiendo por el país levantando solidaridad y controversia, e incluso ha captado la atención de los medios de comunicación internacionales. Sin embargo, detrás de las revueltas mineras existe un sector en crisis desde años cuyos beneficios dependen de los malabarismos de los empresarios del carbón y de las grandes compañías eléctricas. Mientras, las consecuencias de la escasa rentabilidad del oficio recaen en los trabajadores. Son ellos, tras el recorte a las ayudas del carbón, los que elevan sus voces ante la más que posible pérdida de sus trabajos y vidas tal y como ahora las conocen. Las protestas de los mineros comenzaron a tomar fuerza en mayo y a día de hoy el sector minero continúa en una huelga indefinida que se inició el 28 de mayo y, dicen, continuará porque “aguantarán lo que haga falta.”

Un conflicto con historia

El génesis de la protesta se encuentra en el recorte del 64% en el Plan Nacional de Reserva Estratégica del Carbón 2006-2012 (en cifras, 190 millones de recorte en ayudas directas) que fue aprobado por el gobierno socialista de Zapatero a raíz de las protestas mineras de 2005. En el plan se establecían una serie de ayudas que contribuirían a una reconversión del sector orientada a un desarrollo económico y ambiental más sostenible. Se pretendía así un desmantelamiento de la industria tal y como se conoce en la actualidad de una manera paulatina para que los más de 13000 trabajadores del carbón que hay en España actualmente no se quedaran en la estacada de la noche a la mañana con un cese drástico del oficio. Estas ayudas se extenderían hasta 2018 (el antiguo plan sólo mantenía las ayudas hasta 2014) y se centraban en el cierre y rehabilitación de las minas, el asentamiento de nuevas empresas que contribuyeran a reconvertir la industria, subvenciones al transporte de carbón y a la educación de los jóvenes, entre otros aspectos que constituían, y constituyen, el soporte de las localidades que viven de la minería del carbón.

El recorte popular en el Plan del Carbón supone un grave revés para las comarcas mineras de Asturias, Aragón, León y Palencia. El descenso de las ayudas y subvenciones no sólo afecta a los trabajadores que podrían verse sin su puesto de trabajo, sino a toda una tradición minera en España que sustenta desde hace décadas a mineros y sus familias y, por tanto, a toda la comarca. La minería es un negocio que agrupa poblaciones que giran enteramente en torno a él: los que no dependen directamente de la minería, tienen una relación indirecta con los beneficios que ésta produce.

Marea negra - Hay vida después de la oficina

Minero a su llegada a Zaragoza – Pedro Etura (A Photo Agency)

Pero la minería española presenta carencias desde hace años. Desde 1990, la producción de carbón se ha reducido en más de un 50% y se han perdido más de 40000 empleos. Además del degaste de la industria, el carbón autóctono está sometido a las decisiones de las empresas eléctricas, que consideran el carbón nacional de mala calidad y prefieren importarlo más barato. Este hecho, unido a las prácticas poco éticas de los empresarios más fuertes del carbón, coloca al sector en una posición inestable y dependiente de una serie de personas que nada saben sobre trabajar en las minas. Así, la necesidad urgente de reconvertir el sector en un negocio rentable y sostenible se ha visto retrasada por esta serie de acontecimientos hasta que la cercenadura popular y su consiguiente descontento entre los trabajadores ha puesto a la minería española en el punto de mira.

Junto a las decisiones de las eléctricas, hay que tener en consideración el destino de las partidas de dinero público establecidas en el plan. Estas ayudas se acumulan en manos de una serie de empresarios españoles de la minería que son sobradamente conocidos en la industria. Nombres como Victorino Alonso y Manuel Lamelas Vitoria son fácilmente reconocibles en las comarcas mineras, no así en el resto del país. Es el leonés Victorino Alonso el empresario del carbón más poderoso del país (incluso es apodado en el sector como “Don Vito” y “Don Vito Carbone”), controlando casi el 50% de la producción nacional. Alonso se fue haciendo un hueco en los medios de comunicación asturianos y leoneses por la acción reiterada de retener las nóminas de sus trabajadores hasta cobrar las ayudas públicas (una de las veces, a pesar de tener en su haber 137 millones de euros de dinero público) y por sus rencillas con los ecologistas debido a una explotación feroz de minas a cielo abierto incluso en parajes protegidos.

Marea negra - Hay vida después de la oficina

Foto: Juan Manuel Serrano

El negocio se presentaba, pues, como poco productivo y sobreviviente gracias a las subvenciones estatales, empleadas deficientemente según el objetivo teórico de las ayudas. Sin embargo, mientras las eléctricas siguen con su insaciable negocio y los empresarios del carbón continúan sus vidas sin despeinarse, los trabajadores se han visto desnudos ante tal recorte, ya que sus consecuencias inminentes les prometen un futuro más negro que la roca que hasta la hoy les ha dado de comer.

En otro frente, Ecologistas en Acción se solidariza con los trabajadores afectados pero sigue manteniendo sus críticas sobre la contaminación que provoca el carbón. Su objetivo no son las cuencas mineras, sino las emisiones de dióxido de carbono de la industria. No exigen el cese del sector, sino que siguen la línea de una reconversión y afirman que las ayudas públicas deberían estar orientadas exclusivamente a este hecho y no a abrir nuevas explotaciones que aumenten la contaminación.

 El alcance de la marea negra

Pero no podemos considerar a la marea negra un colectivo más de todos los resultantes de la afilada legislatura popular. Y es que entre tanta marea multicolor, el negro está recuperando las sombras de otros tipos de protesta. Algunos dicen que es inherente a la sangre minera, y recuerdan hechos históricos como los de la revolución obrera de octubre de 1934 y la huelga minera de Asturias de 1962 en los que los trabajadores del carbón destacaron como uno de los símbolos que siempre han brillado más fuertes en el movimiento obrero. Las acciones mineras del último mes están reabriendo el debate sobre las maneras de hacerse oír: lo que unos consideran violencia anacrónica otros lo están tomando como un ejemplo de lucha. Razonables o no en las formas, lo cierto es que las protestas mineras están alcanzando una importancia que no es más que el fruto de una profunda determinación de un sector que siempre se ha caracterizado por su tesón.

Marea negra - Hay vida después de la oficina

Foto: Javier Bauluz

“No sé si sabe el ministerio que está hablando con el gremio minero, y los mineros siempre hemos luchado”. Así resumía un minero de Ariño las revueltas que están teniendo lugar desde que se iniciaran las reivindicaciones en mayo. Sumergidos en una huelga indefinida que se declaró tras los parones de los días 28, 29, 30 y 31 de mayo, los mineros españoles han agitado el país de una manera inaudita. Ya no es extraña su presencia casi diaria en medios de comunicación que apenas hablan de protestas de otros colectivos, y la atención que los medios extranjeros han dedicado ha propiciado que otros mineros se trasladen hasta Asturias para mostrar su apoyo a la causa.

El movimiento que ha unido a los mineros de Asturias, Aragón, Palencia y León por un mismo motivo es conocido en algunos medios y redes sociales como mineros en lucha. Y no lo niegan. Se declaran en lucha porque pelean por conservar sus trabajos y la vida en sus comarcas. Por sobrevivir. Desde el 28 de mayo en huelga significa también desde el 28 de mayo sin cobrar. Pero lo tienen claro: viéndose sin alternativas ante el cese del sector que fuerza el recorte, dicen no tener nada que perder.

Este arrojo es el que ha llevado a los mineros de Asturias, Aragón y León a manifestar sus quejas mediante distintas prácticas que siguen manteniendo hasta el día de hoy, y dicen así seguirá hasta que no se vea un cambio en el horizonte. El 21 de mayo siete mineros de Santa Cruz (León) decidieron ahogar sus gritos de protesta para que cobraran más fuerza entre el carbón que han trabajado durante buena parte de su vida. Encerrados en el Pozo de Santa Cruz del Sil, su iniciativa fue seguida por cinco mineros del Pozo Candín (Langreo) y cuatro del Pozo Santiago (Hunosa) el día 28. El 19 de junio, tras la huelga general del día 18, seis mineros de Teruel también se unieron a sus compañeros en la localidad minera de Ariño. Los encierros se mantienen hasta hoy (aunque algunos mineros han tenido que abandonarlo por problemas de salud a consecuencia de los días de encierro) y mientras ellos se encontraban a alrededor de 500 metros de profundidad, en tierra el resto del gremio daba forma también a sus reivindicaciones. Neumáticos, fuego, troncos de árbol; todo objeto que los trabajadores tienen a mano es usado para levantar barricadas ante el acoso policial y cortar carreteras. Lugares como inmediaciones del Pozo Santiago, Ciñera y Madrid en la manifestación del 31 de mayo han sido testigos de enfrentamientos entre civiles y antidisturbios.

Marea negra - Hay vida después de la oficina

Foto: Dani Gago

El polvo que ha levantado estos episodios dista mucho de enturbiar la acción minera. El gremio se disculpa ante los problemas que hayan podido causar a personas ajenas al conflicto, pero deja claro que van a continuar con ello hasta que no logren saborear un cambio. “Va a durar y se va a ir incrementando dependiendo de lo que el Gobierno decida hacer”, se pronunciaba Maximino García, el secretario general del sector minero de Comisiones Obreras de Asturias, haciendo alusión al conflicto minero.

“Este gobierno ha decidido que ya ha utilizado bastante nuestra tierra, nuestro suelo, nuestro sudor, nuestro esfuerzo y nuestro trabajo, y nos quieren dejar tirados. Pero nosotros estamos diciendo que no, compañeros, no nos van a dejar tirados nunca.” Las palabras de Manuel Royo, de Acción Sindical Minería de UGT, resonaban en la Plaza de los Sitios de Zaragoza tras la llegada a la capital aragonesa de la marcha minera que había partido de Ariño cinco días antes. Ante el abrazo de cientos de aragoneses que se desplazaron para darles la bienvenida, la emoción de los mineros fue el estandarte de su lucha. Porque detrás de las barricadas y los disturbios hay 13000 corazones que emplean el miedo a perderlo todo para resistir fuertes. “Hemos trabajado muy duro en las minas, muy duro, pero el corazón lo tenemos ahí, donde hay que tenerlo.” Y es que, a pesar de ser un gremio regio y curtido, este movimiento está conmoviendo a parte del país porque viene directo de las entrañas de todos los trabajadores del carbón ante el golpe punzante del Gobierno. El himno minero ha puesto los pelos de punta a miles de personas que, siendo ajenas a la minería, lo han cantado con el puño en alto en las plazas como gesto de convicción y solidaridad con la lucha minera.

A pesar del rechazo de la enmienda 1875 al recorte del gobierno popular en el Senado (en cuya votación estuvieron presentes las mujeres del carbón), la huelga indefinida continúa. El 22 de junio partía de Asturias, León, Palencia y Aragón la III Marcha Minera con “el alma tengo partía”, del Santa Bárbara bendita vibrando en los labios de los mineros y de toda la gente que acudió a despedirlos. Su objetivo, llegar a Madrid el 11 de julio tras 19 días de marcha para unirse en una gran protesta ante el Ministerio de Industria. Allí reclamarán lo que lleva tantos años siendo suyo: su trabajo, su sudor, su historia.

* Foto de portada de periodismohumano.com

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