Sex Education y nuestra mala (malísima) educación
Sex Education, fomentando desde dentro el autoconocimiento sexual
Que la educación sexual que recibimos en la adolescencia es pésima no es un secreto. Como tampoco lo es que Netflix sepa recoger de manera sobresaliente (en un contexto de gran calado industrial) las señales que van lanzando en el mundo real todos sus usuarios. En parte, podríamos decir que de la mezcla de estos dos aspectos nace Sex Education (Laurie Nunn, Kate Herron, Ben Taylor, 2019), la nueva serie que ha copado todas sus ventanas en lo que llevamos de año.
En la serie conocemos a Otis (Asa Butterfield), un chico introvertido y nada popular -uno de esos personajes que ahora están de moda- que vaga por el instituto de manera totalmente anónima acompañado de su mejor amigo Eric (Ncuti Gatwa), un homosexual con muchas ganas de abrirse al mundo. La peculiaridad de Otis, a su pesar, reside en el trabajo de su madre Jean (Gillian Anderson), una terapeuta sexual divorciada que trabaja en casa y que habla con total libertad sobre sexo. Esto le da a Otis una sabiduría que nadie espera sobre educación sexual. En cuanto Maeve (Emma Mackey), nuestra chica rebelde del instituto, se cruza en su camino por casualidad, yendo muy mal de dinero por su complicada situación familiar, y descubre este potencial en Otis, vislumbra el negocio: montarán una consulta sexológica en los viejos baños del instituto, e irán a partes iguales con los beneficios.
Todo esto nos lo cuenta el capítulo piloto de Sex Education. Sin duda, un planteamiento interesante que promete mucha tentación de hacer una maratón de la serie. El entretenimiento está servido con la mezcla de tramas de instituto y educación sexual desde la perspectiva adolescente, con el añadido del que Netflix ha tomado buena nota: personajes adolescentes que lo parecen, sin estar escritos desde la anulación absoluta por parte de creadores que ya no se paran a pensar en cómo era su adolescencia, y, mucho menos, a escuchar a adolescentes reales. En ese sentido, da gusto consumir cine y series hoy en día, o al menos yo lo disfruto mucho más, porque siempre me ha escamado aquello de mostrar a niños y adolescentes desde la óptica adulta arrogante.
Hablar con naturalidad de lo que es natural
En esencia, es el elemento para que la serie funcione tan bien: presentar todo tema relacionado con el sexo con la naturalidad que debe presentarse. Y ahí entra en juego la labor de Otis, ya que, a pesar de la desconfianza inicial de los que acuden a verlo, su presencia y su conversación, de igual a igual, acaba aclarando las mentes de sus clientes, adolescentes hechos un lío por culpa de los esquemas sobre sexo que la cultura popular nos ha metido a pico y pala en la cabeza. Así, en la serie se vierten esfuerzos narrativos en visibilizar temas más ocultos como la masturbación femenina (¡gracias!), el aborto (sin la perspectiva catastrofista), la disfunción erectil en adolescentes o los graves problemas de autoestima que sufrimos y que nos llevan incluso a tener sexo con la luz apagada. Al final, las tramas de cada capítulo (cada uno, dedicado a un caso diferente) acaban centrándose en desmentir clichés que arrastramos cuando tenemos 14 años y la poca información que tenemos sobre sexo es la de las películas, los chascarrillos de nuestros amigos e Internet.
Esta naturalidad también se construye a través de los personajes de la serie, personajes de la archiconocida comedia de instituto pero con la intención de que no resulten artificiales. En Sex Education nos cuesta identificar a la animadora, el capitán del equipo de fútbol, el gamberro anestesiado, el perdedor con granos o la chica tímida del club de álgebra que luego se vuelve la bomba. Sin embargo, vemos a personas adolescentes con cuerpos, personalidades e inquietudes de todo tipo, que viven situaciones con las que todos podemos sentirnos identificados: presión social, la cultura de las redes sociales y su potencial bullying, la aceptación de nosotros mismos y nuestros cuerpo y nuestros problemas de autoestima…
La influencia del mundo adulto en nuestra educación sexual de mierda
Para conseguir que los adolescentes de Sex Education tengan vida y sea creíble, es inevitable hacer lo propio con su mundo adulto. En este sentido, en la serie también se vierten críticas a cómo tratan el tema nuestros educadores, mostrándonos para ello dos extremos. Por un lado, Jean, la madre de Otis, es el ejemplo de persona adulta que habla con total libertad de sexo con su hijo, pero acaba no teniéndolo en cuenta cuando, por ejemplo, se siente incómodo, y cruza sistemáticamente los límites de su privacidad, en parte, para evitar enfrentarse a sus propios problemas. En el empeño sobrehumano de Jean por hablarle a su hijo como un adulto, acaba negándose a aceptar que, efectivamente, su pequeño se está convirtiendo en uno. Gillian Anderson está espectacular en este rol (como Asa Butterfield, lo que hace un combo brutal), se disfruta y saborea cada escena en la que aparece, sobre todo si está carente de diálogo.
Y en el otro extremo tenemos el oscurantismo y la pereza por hablar de sexo con adolescentes, encarnado por el ambiente del instituto y sus docentes. Encontramos la crítica necesaria a la falsa educación sexual que se proporciona en los centros escolares (sí, todos sabemos ponerle un condón a un plátano aunque no sepamos nada sobre sexo) y se explora la cuestión de la no aceptación de los hijos por parte de sus padres a través de los ojos del señor Groff (Alistair Petrie), el director del instituto, y su hijo Adam (Connor Swindells).
En ocasiones, viendo la serie me acordé del programa de Salvados “La mala educación”, que se centra precisamente en darle voz a un grupo de adolescentes en una conversación sobre sexo en la que Jordi Évole intenta centrarse en callar y escuchar. El programa es introducido por una serie de cortes de adultos famosos que confiesan cómo hablan de sexo con sus hijos; en la mayoría de los casos, poco y mal.
La guinda: empeño en visibilizar al colectivo LGTB+
Merece la pena hacer una mención a este aspecto que, por suerte, también está cambiando, como es lógico, al ritmo al que cambia la complejidad de los personajes. En Sex Education también se tiene mimo en este sentido, o, al menos, se intenta. Por ejemplo, esto se puede apreciar en la normalización de parejas homosexuales que son padres de alguno de los protagonistas (como ya ocurre en series como Glee o 13 Razones). También está presente en algunos de los clientes de Otis, en un ambiente de instituto en el que la homosexualidad va siendo totalmente aceptada por todos los alumnos (salvo casos aislados, como puede ocurrir con la gordofobia o el machismo).
Pero la mención especial debe llevársela el personaje de Eric, el mejor amigo de Otis. Eric se presenta como un chico que ha salido del armario y quiere comerse el mundo, animando a Otis a que amplíen sus horizontes y conozcan gente, para salir poco a poco de la etiqueta de fracasados. Sin embargo, Eric no se reduce a ser un complemento para Otis (el mejor amigo gay alocado que empuja al prota a ir a fiestas y divertirse sin más, ¿os suena?), sino que tiene su propia trama y una profundidad que orbita en torno a lo mismo: su tremenda valentía, a toda costa y reafirmándose en ella en varios momentos de la serie.
Muchas cosas en el tintero que darían para artículos aparte (como el personaje de Maeve), pero tal vez para otra ocasión. De momento, no está mal para abrir boca sobre esta curiosa lección de educación sexual que, por cierto, continuará en una segunda temporada.