Persépolis - Hay vida después de la oficina

Algo que siempre destaco de cualquier objeto cultural es que está construido conforme discursos y narrativas que pueden resbalar o pasar sin pena ni gloria, pero también pueden llegar en el momento justo y activar una tecla que nos salve. En cierta medida (aunque esto siempre es a criterio de una misma), de eso se trata ser creadora: de compartir tu propia voz para que pueda alcanzar a otras personas como cientos de voces te han alcanzado a ti a lo largo de tu vida.

A mí me pasó con Persépolis. Era el año 2011 y estaba atravesando uno de los veranos más terribles de mi vida, en el que tardé mucho en aprender cómo ayudarme y cómo dejar que los demás me ayudaran. En uno de esos días de aquel encierro que me impuse de casi tres meses, entré a una librería y lo vi. Había visto su adaptación cinematográfica unos meses antes y la recordaba con mucho interés. Me rasqué el bolsillo y compré la novela gráfica Persépolis, firmada por Marjane Satrapi, sin saber en ese momento que se iba convertir en uno de los libros más importantes de mi vida y también en una de mis posesiones más preciadas. Ahora soy consciente de ello, sin ninguna duda.

Persépolis - Hay vida después de la oficina

La pequeña joya.

En Persépolis, la artista Marjane Satrapi (Rasht, Irán, 1969) narra sus recuerdos de infancia, adolescencia y primera juventud. De manera autobiográfica y con una honestidad brutal que acorta las distancias con la realidad que describe, Satrapi vuelca en estas páginas cómo la Revolución islámica de 1979 marcó su vida para siempre. Nacida y criada en una familia de talante progresista, Satrapi era una niña rebelde y amante del punk que iba al liceo francés de Teherán antes de que los colegios bilingües fueran prohibidos en Irán. Las páginas de esta autobiografía se convierten en una ventana a todos los acontecimientos que fueron volviendo su hogar en un lugar hostil donde ya no encajaba, desde la restricción de las libertades (como la imposición del velo), la represión, el estallido de la guerra Irán-Irak hasta la diáspora de iraníes que decidieron abandonar su país en las décadas de los ochenta y noventa en busca de la libertad.

A través de su relato acompañamos a Satrapi a Alemania con tan solo 14 años para completar su educación laica, y vivimos su dolor y su desorientación cuando debe dejar a su familia en Irán, a sus padres y a su abuela, con quien tiene una relación muy cercana y a la que echaremos de menos con ella durante todas las páginas que pasemos separados.

Es precisamente a través de una escena con su abuela, justo antes de marcharse a Alemania, que mi cabeza hizo clic. Yo, que estaba metida en un bucle de auto-hundimiento, me vi iluminada por unas viñetas que me daban la clave para salir adelante, a pesar de que mi realidad era muy diferente a la de Marjane Satrapi en esas páginas.

Persépolis - Hay vida después de la oficina

Supongo que todos necesitamos un buen zarandeo de vez en cuando para salir de una desidia construida por nuestras propias manos. Leyendo la sabiduría de la abuela de Satrapi, sin duda uno de los personajes con más fuerza de la novela, me sentí ridícula por llevar semanas atrapadas en la pena y el enfado. Cambió mi manera de pensar asistir al consejo de este personaje y darme cuenta de que, como ella dice, no se puede controlar el daño que quieren hacerte los demás.


(El vídeo de la escena de la que hablo en la adaptación cinematográfica)

“Escúchame, no me gusta sermonear pero te daré un consejo que te servirá para siempre: en la vida te encontrarás a muchos gilipollas. Si te hacen daño piensa que es su estupidez la que les impulsa a hacerte daño, así no responderás a su maldad… porque no hay nada peor en el mundo que la amargura y la venganza. Sé siempre digna e íntegra contigo misma”.
(Persépolis)

Después de esta parte, Satrapi sigue narrando los acontecimientos de su vida tras su formación en Alemania: primeros encuentros amorosos, sus escarceos con el mundo laboral y su autodescubrimiento como artista, su vuelta a Irán, la relación con su familia… Y redondea su relato con un epílogo (en color, después de un blanco y negro nostálgico y plomizo) que a mí me puso los pelos de punta y me hizo hundirme en mi silla, sintiéndome culpable de mi propia ignorancia. Tenía 19 años y Persépolis me abrió los ojos en muchos sentidos, no solo en el personal.

En este año se cumple el 20 aniversario de la publicación de esta joya y circulan por la Red artículos sobre la obra, como este de eldiario.es que arroja cinco razones para revisitar Persépolis. Como ya pasara con Maus de Art Spiegelman, Persépolis trasciende el puro relato de memoria e identidad individual para acercar un conflicto a otros públicos haciendo uso de la perspectiva emocional. Al fin y al cabo, se dice que lo que recordamos con más claridad son aquellas vivencias que nos hicieron sentir emociones.

A veces las vivencias de otros nos ayudan a sobrellevar las propias y nos ofrecen aprendizajes improvisados que nos vertebran para siempre. Podrá parecer más o menos válido, más o menos cierto, pero leer Persépolis me salvó. Resulta sobrecogedor cuando algo que ha creado otra persona nos atraviesa de esta manera. Creo que por eso estoy irremediablemente enganchada a la creación.

Gracias, Marjane Satrapi, por esta obra tan real como mágica.

Persépolis - Hay vida después de la oficina

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2 comments

  1. Marga 9 abril, 2020 at 10:19 Responder

    Me encantó Persépolis, para mí también fue muy importante otro que fue el primer cómic que leí escrito por una mujer. Me encantó y me gusta releerlo de vez en cuando y que me provoque nuevas emociones. Persépolis tiene esa magia.
    No sé si has leído V de Vendetta, pero para mí marcó un antes y un después, nunca había leído algo parecido, y aunque son muy diferente también saqué algo del cómic.

    • Lena C. Alonso 9 abril, 2020 at 11:39 Responder

      A mí también me gusta mucho releerlo, la verdad es que lo tengo guardado como una joya.

      ¡Y tengo pendiente V de Vendetta! Tengo muchas ganas de leerlo.

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